Para hablar de el despertar espiritual debemos partir de la base de que los seres humanos somos energía espiritual, somos consciencia viva en eterno movimiento. Desde otro plano de existencia, elegimos un vehículo para vivir la experiencia del tiempo y el espacio en el planeta Tierra. Este vehículo es el cuerpo humano.
Detrás de esta elección siempre hay un propósito al que solemos llamar misión de vida. La misión de vida se planifica antes de nacer y tiene uno o varios objetivos: la evolución de la propia alma, la ayuda a nuestros iguales, también a los animales o al propio planeta para que eleve su vibración.
El despertar espiritual no es más que recordar quiénes somos y a qué hemos venido. Se trata de conectar con nuestro verdadero Yo. Un Yo que alberga muchísima información de vidas y que se pone de manifiesto a través de nuestros talentos más innatos.
Para conocer nuestros talentos, en el caso de que lo hayamos olvidado, es tan sencillo como volver a la infancia o adolescencia. La pregunta a realizarnos sería: ¿Qué se me daba bien de manera natural? ¿Hacia dónde se dirigían mis intereses? Por extraña que parezca la respuesta tenemos en nuestras manos la pista de oro.
El despertar espiritual es maravilloso porque proporciona un estado de felicidad sublime. Cuando conectamos con nuestro verdadero Yo se activa la magia, tanto interior como exterior. Comienzan a llegar a nuestra vida aquellas personas que decidieron colaborar en nuestra misión de vida, así como también nuestra familia del otro lado del cosmos.
Las meditaciones, la música relajante, la alimentación con consciencia, el ejercicio físico, así como la formación en terapias para el manejo del sistema nervioso, son muy buenas elecciones para allanar el camino de autoconocimiento.
En conclusión, el despertar espiritual es el reconocimiento por parte del Ser de su propia chispa divina en este plano aquí y ahora, puesta al servicio de el planeta Tierra de los seres que habitan en ella.